Protocolos durante el luto: La Visita

El siglo XIX fue el siglo donde la muerte y sus prosopopeyas convivieron con los vivos de una forma muy tangible, filtrándose en todos los aspectos de la sociedad. Y, considerando que también fue el siglo donde más se reglaron las normas sociales y de comportamiento, de «urbanidad» y de etiqueta, era, por tanto, inevitable la regulación extrema del comportamiento durante el luto.

Y ya que entramos en el tema, nunca está de más para entender el siglo XIX y sus costumbres que duelo y luto no significan lo mismo: el duelo es la evolución y proceso emocional ante una pérdida mientras que el luto es el conjunto de las costumbres sociales derivadas del duelo.

En el XIX estar de luto significaba suspender la vida de los vivos para favorecer el recuerdo de los muertos, limitando toda actividad social. Se consideraba como una muestra de respeto a la persona muerta pero también reflejaba la respetabilidad moral de la familia doliente.

Las restricciones sociales se aligeraban a medida que pasaba el tiempo del luto; durante la primera mitad se privaba de toda distracción y durante la segunda mitad las normativas se hacían más laxas, permitiendo visitas puntuales a teatros y eventos, pero en los días menos concurridos.1

Una serie de normas decididas, escritas y publicadas en todos los manuales de urbanidad decretaban los tiempos de luto, siempre dependiendo del grado de parentesco: uno a dos años por fallecimiento de esposos, progenitores e hijos, seis meses por abuelos y hermanos y tres meses por sobrinos, tíos y familia menos cercana.

El luto de viuda era el más largo, (dos años mínimo) y el luto de viudo era ostensiblemente más corto, poco sorprendente en una sociedad cada vez más patriarcal y burguesa en la que los hombres podían vivir y trabajar mientras que las mujeres debían quedarse en casa siendo ángeles del hogar.

Las visitas de luto debían hacerse con recomendación de que fueran en las primeras semanas, idealmente durante el novenario2 y solo por las personas más cercanas a la familia. Estas citas de cortesía debían ser cortas y “nunca exagerando el dolor” para no quitar protagonismo al desconsuelo familiar3, pudiendo devolverse la visita a partir del tercer mes.4

Si no se era del círculo íntimo de la familia entonces se debían enviar cartas de pésame que, a su vez, debían ser respondidas solo a partir de la sexta semana.

Y si hasta ahora crees que memorizar y seguir los protocolos debía ser más difícil que aprender la lista de los presidentes del Consejo de Ministros de Isabel II, no te preocupes porque los decimonónicos eran conscientes; los periodos de tiempo variaron durante el siglo por lo que era habitual (y necesario) la publicación de los protocolos actualizados en las revistas de moda5 y en los abundantes libros de urbanismo y comportamiento. Las instrucciones y manuales para vivir en sociedad nunca fueron tan importantes como en el siglo XIX.

Por supuesto (¡qué duda cabe llegados a este punto!) se prohibían todas las fiestas. Y eso no era poco sacrificio en una sociedad en la que las fiestas de salones de la nobleza y burguesía marcaban el calendario social. A principios de octubre tenía lugar una fiesta en Palacio que daba comienzo a las fiestas de salón, hasta junio, cuando las familias nobles se trasladaban al campo6

Pero, andando el tiempo, no se perdieron solo muchas fiestas de salones debido al luto; también se dejaban de ofrecer tertulias literarias y políticas. Era en esas tertulias donde muchas veces se decidían las acciones políticas a tomar en un país con un Estado débil y enfermo.7

Como bien dijo Hoyos y Vinent: «La política que hacían las grandes damas de antaño era procurando desde el sagrado de su salón influir en la marcha nacional… a fuerza de regionales influencias discretísimas» 8

Las normas y protocolos sociales, incluso las que ahora nos parecen absurdas, pueden tener mucho más alcance social que el meramente anecdótico; no se pueden entender los grandes momentos de la historia sin conocer los pequeños detalles de su sociedad.

 

¹ Pieza del trimestre octubre diciembre 2015 alhajas para el recuerdo: joyería y luto en el Museo del Romanticismo.

1 Carmen de Burgos- Arte de Saber Vivir y Prácticas Sociales.

3 Diego Gómez Sánchez – La muerte edificada: el impulso centrífugo de los cementerios de la ciudad

2 Don Mariano de Rementeria y Fica – El hombre fino al gusto del día

4 Bestard de la Torre – La elegancia en el trato social

5 La Moda Elegante – Columna de Mario Halka 22 de enero de 1885

6 German Rueda – Cuatro condicionantes de la vida social
de los españoles del siglo XIX

7 Montecristo – Los salones de Madrid

8 Hoyos y VinentEl primer estado

Noelia B.