Joyas del Luto (II): Joyas hechas con cabello

El mero hecho de hablar de joyas realizadas con cabello humanos hace, a más de uno, echarse las manos a la cabeza. La moda más actual lleva a algunos a querer tener joyas realizadas con pelo de elefante, una auténtica aberración que sí debería hacernos llevar las manos a la cabeza por el sufrimiento al que se somete al animal para satisfacer los deseos de una estética retorcida.

Uno de los problemas más importantes de la Historia es que la vamos juzgando según el tiempo en el que nos toca vivir. Craso error intentar enteder siglos anteriores con perspectivas del siglo XXI. Y así vuelve a suceder con el siglo XIX y su concepción de la muerte y el luto. La muerte es la que es independientemente del siglo en el que nos movamos, pero nosotros no somos los mismos. El ser humano ha decidido dar la espalda a la muerte y no hablar de la parca porque parece que te vas a morir antes. Espoiler: Todos nos vamos a morir. Y si fuéramos capaces de asumirlo con naturalidad, nos ahorraríamos una parte del sufrimiento.

Nuestros antepasados del siglo XIX eran muy conscientes de ese final y miraban a la muerte cara a cara, en la necesidad de asumirla y de mantener vivo el recuerdo de los  que se fueron. De esa esencia antropológica de cómo se veía la muerte hace dos siglos, llegarán prácticas como la fotografía post-mortem (habrá post al respecto) o la joyería hecha con cabello humano.

El concepto guardián del recuerdo es un concepto maravilloso que cruza transversalmente los siglos para convertirse en el siglo XIX en joya tejida con pelo. Nada más representativo de quien se ha ido que su propio cabello. Este tipo de joyas no se van a realizar únicamente como homenaje al difunto sino como ejemplo de amor eterno sobre todo en la época del Romanticismo. La exaltación del sentimiento frente al racionalismo nos deja ejemplos tan metafóricos de la entrega por amor como esta del cabello en una joya. Alcanzará su momento más nostálgico cuando el recuerdo del fallecido se convierta en parte de una joya.

Las joyas de pelo serán el segundo paso de la evolución de las propias joyas del amor y el cabello. Primero se comenzaron a utilizar medallones que en su interior guardaban pequeños mechones de pelo. El recuerdo del ser amado que además, al llevarlo colgado con una cadena, quedaba cerca del corazón. Este tipo de ornamentos se van a utiliza ya en el Renacimiento. Será en el siglo XIX cuando el diseño evolucione y con él el tratamiento del propio cabello. Es un proceso caro y muy especializado que va a irrumpir con fuerza en Francia. 

El diseño va cambiando y haciéndose más sofisticado, como es natural, y con él el tratamiento del propio cabello que pasa a ser un elemento más de la joya. Tanto es así que en Francia se va a dar a conocer uno de los joyeros más famosos vinculados a este tipo de joya, Alexandre-Gabriel Lemonnier joyero de la corte francesa y diseñador de joyas de pelo, probablemente el más conocido. Según recogía la Historiadora del Arte Nuria Lázaro Milla para el Museo del Romanticismo en su investigacíon sobre este tema, en 1855 en El Heraldo, se podía leer:

“MEDALLAS DE ORO Y PLATA. LEMMONIER, dibujante en cabellos, miembro de la Academia de la Industria, acaba de inventar muchas clases de trabajos, como las palmas, rizos, cifras, ramilletes, alegorías, etc., en su estado natural, sin mojarlos ni engomarlos; fabrica trenzas perfeccionadas por medios mecánicos; fabrica también tumbas que se abren como un cofrecito (con privilegio de invención), llamados relicarios, destinados a conservar los recuerdos de las personas ausentes.”

Las joyas hechas con cabello se realizaban mediante un proceso con varios pasos a seguir. Había que tejer el cabello después de limpiarlo y tratarlo para la posteridad. Luego había que elaborar los diseños, ya fueran flores, hojas, guirnaldas…. Lo que el joyero tuviera a bien despúes de darse la mano con la inspiración y finalmente elaborar la pieza engarzando el oro o el metal que se fuera a utilizar con los elementos tejidos. El resultado es absolutamente espectacular y seguro que si no nos dijeran que se trata de joyas elaboradas con cabello, ni lo sabríamos. Existe un libro del siglo XIX donde un artista estadounidense, Mark Campbell contó el método para realizar estas maravillas: Self-Instructor in the art of hair work (Nueva York, 1867).  

Siguiendo la máxima de que todo está inventado, la simbología del cabello humano ya fue valorada por los egipcios y es que uno de los sarcófagos interiores de un juego pequeño de la tumba de Tutankamon tenía un mechón de pelo dentro. Se había gragado en el sarcófago el nombre de su abuela Tiy. ¿Llevaba el faraón el recuerdo de su yaya en forma de mechón de cabello?

Ainara Ariztoy