Cementerio Sacramental de San Nicolás
El nombre completo del cementerio era “Cementerio de la Sacramental de San Salvador, San Nicolás de Bari y Hospital de la Pasión” y se encontraba entre las calles Méndez Álvaro, la Estación del Mediodía y la Calle Canarias.
El proyecto de construcción del cementerio corrió a cargo del arquitecto Manuel de la Peña, discípulo de Villanueva, comenzando su construcción en 1820 e inaugurado oficialmente en 1825. En 1839 José Alejandro Álvarez se encargó de la ampliación, añadiéndole entre otros elementos la portada al cementerio. En esta de estilo neoclásico, sobre el vano principal, se leía la inscripción:
Templo de la Verdad es el que miras
No desoigas la voz con que te advierte
Que todo es ilusión, menos la muerte
La fachada estaba compuesta por un cuerpo central con columnas pareadas a sus lados; sobre las cornisas centrales, se elevaban dos vasos cinerarios cubiertos por un manto dejando sitio a un pequeño campanario.
Una vez cruzada esta puerta principal, en mitad del primer patio se encontraba la capilla, cuya puerta también nos recibía con un mensaje:
El supremo Hacedor con mano fuerte
Al regio cetro y al callado humilde
Equilibra ante el trono la muerte
Este cementerio recibía los favores de la Reina Isabel II, ya que en él quería construir un monumento a Agustín Argüelles, hasta el momento enterrado en un nicho. El monumento se construyó, se llamó Panteón de la Libertad, y en él se depositaron las cenizas de Mendizabal, Argüelles, Calatrava, Muñoz Torrero y Olózaga. Actualmente podemos contemplarlo en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid, donde fue trasladado.
El cementerio fue clausurado en 1884, pero no se desmanteló por completo hasta 1912. Durante este tiempo, los ilustres que allí descansaban, como Larra o Espronceda, fueron trasladados a otros cementerios (ahora descansan en el Sacramental de San Justo), o el Marqués de Pontejos, que pasó de tener una lápida sucia y olvidada a descansar en la capilla del Monte de Piedad.
Con mucha pompa y boato fueron trasladados los restos de Calderón de la Barca el 18 de Abril de 1841 a este cementerio. Su urna, resguardada en la capilla, estaba coronada por un retrato del poeta, obra de Juan Alfaro. Sobre la hornacina, el epitafio escrito por Martinez de la Rosa decía así:
“Sol de la hispania escena sin segundo; aquí don Pedro Calderón reposa. Paz y descanso ofrécele esta losa, corona el cielo, admiración el mundo.”
El más joven de los poetas también estuvo enterrado allí; Jesús Rodriguez Cao, niño prodigio desde los 2 años hasta los 16, tenía un bonito mausoleo que también se salvó pero no se sabe dónde fue reubicado.
La última persona enterrada en el Cementerio de San Nicolás fue Carolina Civili, actriz italiana que triunfó en la escena española.
El cementerio fue clausurado definitivamente en 1912, trasladando los restos al cementerio general del Sur.