¿Por qué me gusta el arte funerario?
Friki. Rara. Qué miedo. Fantasmas… Son algunas de las palabras que surgen, de primeras, cuando digo que me gusta el Arte Funerario. En realidad, me gusta el ARTE. Sin etiquetas. Esté dentro de un edificio cerrado como un Museo o esté en la barra de un bar en forma de pintxo (permítanme el localismo) de mi añorado Donosti. El arte es belleza y yo encuentro belleza en lugares donde otros encuentran únicamente decadencia. Es difícil separar la tenue cortina que diferencia la decadencia de lo cutre, pero no imposible. Así mismo, encuentro belleza en la serenidad de un cementerio, en la paz, en su silencio, en sus nombres ya borrados por el tiempo, en sus sesudas despedidas cuando fue hace dos siglos.
Me gusta el Arte Funerario porque se ubica en lugares donde generalmente no hay nadie, salvo la compañía de los gatos y cuatro fieles a sus difuntos todo el año. Me gusta porque en él descubro la mano artística de grandes escultores y arquitectos que en el siglo XIX acudían a los camposantos a dejar huella de aquellos que fueron. Porque no, la muerte no nos iguala a todos. La muerte nos llega a todos pero la igualdad no. Demostrar después de haberte ido el poderío que has ostentado en vida, no es sino un ejemplo más de la soberbia humana.
El arte funerario engloba todo lo que tiene que ver con la belleza, la muerte y el recuerdo. Un mausoleo, sí, pero también un epitafio en el que la poesía es la protagonista. Es el recuerdo a los que se fueron y es sacar del baúl del olvido aquellos a quienes el tiempo ha metido por no hablar de ellos. Desaparecemos de la faz de la tierra y quedan quienes hablen de nosotros, pero ellos también se irán. Y ahí entra el cementerio como guardián del recuerdo. Como recordatorio permanente de que les quisimos y sí, les olvidamos.
Me fascina pasear en soledad por el cementerio y fijarme en los detalles de la vida, porque hay más vida que muerte en el cementerio. Porque te evades de la urbe para descansar en paz, tú, simple mortal. Me atrae la posibilidad de pensar en aquello que me preocupa y que, como consuelo, sé que dejará de preocuparme en algún momento. El Arte Funerario es Arte, al nivel de Las Meninas cuando está bien trabajado. Es sensibilidad pura. Y es acercarte a donde hay muerte con el halo de la vida. Porque ir a un cementerio con el duelo adherido a la piel es complicado. Yo lo he hecho, porque ya voy pensando en qué monumentos acompañan a mis muertos. Lo he hecho porque al final, cuando paseas e investigas, también son un poco tus muertos. En la defunción ajena, llevas a los tuyos, porque estando lejos, están aquí, con todos los demás.
Me gusta el arte funerario porque habla de la vida. De aquellos que fueron. De los que ahora dicen, pronto dirán de vosotros lo que ahora dicen de nosotros. Murieron.