Cementerio General del Norte

El Cementerio General del Norte o Cementerio de la Puerta de Fuencarral ocupaba la zona actual de las Calles Fernando el Católico, Rodriguez San Pedro y la Plaza del Conde del Valle de Suchil; la entrada principal se encontraba en la calle Magallanes.

La entrada principal estaba decorada con una enorme cruz de granito procedente del camino del calvario de San Bernardino.

 

Fue construido por Juan de Villanueva, quien se inspiró en Père Lachaise, modelo de los principales cementerios europeos; la colocación y estructura de los nichos se asemejaba a la de este cementerio parisién.

Este estaba formado por varios patios con muros de cuatro alturas de nichos colocados simétricamente, y en el centro de encontraba la fosa común donde se enterraban a aquellas personas que no se podía costear una sepultura.

En su interior Ventura Rodríguez levantó una capilla neoclásica en cuyo tímpano estaba inscrito en piedra “Bienaventurados los que mueren en el Señor” y que acabó convirtiéndose en la iglesia del barrio pese a estar dentro del cementerio.

Parroquialmente el Cementerio General del Norte correspondía a San Salvador y San Nicolás, San Ginés, San Ildefonso, San José, San Luis, San Marcos, San Martín, Santa María, Santiago y La Patriarcal; cada una de ellas tenía su parcela delimitada en el cementerio para el sepelio de sus fieles.

Las obras de construcción comenzaron en 1804 pero debido a la invasión napoleónica no fue bendecido hasta el 20 de Febrero de 1809. Fue ampliado dos veces, en 1834 por una epidemia de cólera y en 1869 cuando le fue habilitada una parte como cementerio civil. Fue derribado para construir las cocheras y oficinas del tranvía. Se pagaron 39 pesetas por metro cuadrado en la calle Magallanes y 26 pesetas por los metros de Meléndez Valdés.

La primera inquilina de este ilustre cementerio tan sólo duró unas horas dentro: Teresa Montalvo, Condesa de Jaruco y amante de rey José Bonaparte, fue desenterrada la misma noche de su sepelio y depositada en los jardines del Palacio de la Calle Clavel, que compartía con su amado.

Larra, que por suicida no pudo enterrarse en un cementerio sacramental, también estuvo aquí enterrado. Ahora descansa en el Panteón de Ilustres del Cementerio de San Justo, sacramental.

También Hilarión Eslava, el gran defensor de la ópera española, después trasladado a cementerio de Burlada.

No es hasta el 12 de marzo de 1910 cuando se aprueba por parte del Ministerio de la Gobernación la solicitud del Ayuntamiento de Madrid del derribo del Cementerio General del Norte, después del trasladar los restos cadavéricos al general del Sur, pese a que la Necrópolis del Este llevaba inaugurada desde 1884.

En los periódicos de la época podemos encontrar varias esquelas de las personas allí enterradas, como recuerdo de su paso por esta vida.

Paloma Contreras