De Madrid al Cielo: Cesáreo Martín Somolinos

Cesáreo Martín Somolinos, farmacéutico homeopático, diputado republicano e imán para los problemas.

Nació en Guadalajara pero pronto se mudó a Madrid para comenzar sus estudios, primero en Derecho y luego en Farmacia.

Y si crees que tu grado está siendo eterno, Cesáreo es tu consuelo: se matriculó en Farmacia en 1851, doctorándose 18 años después, en 18691. Medícame despacio que tengo prisa. Para justificarlo podemos decir que sus negocios le ocupaban todo su tiempo; en 1858 abrió la primera farmacia homeopática de España en el número 26 de la calle de las Infantas de Madrid. Nuestro amigo no consideró fundamental tener la titulación en Farmacia para vender homeopatía.

Y le fue bien, a Cesáreo siempre le iba bien. Fabricó e inventó cantidad de medicamentos y diluidores homeopáticos (por los que llegó a ganar medallas incluso después de muerto).2 También comercializó botiquines homeopáticos de bolsillo (9,6x6x3,5 cm.). En una época en que la homeopatía era un puente entre la ciencia moderna y las creencias más tradicionales, Cesáreo se hizo rico vendiendo sus pócimas y elíxires. Muy rico.

Diversificación profesional

Su faceta científica no se quedaba atrás; publicó numerosísimos libros y tratados homeopáticos y fue habitual colaborador de periódicos científicos como El Criterio Médico. También fue socio fundador y tesorero de la Sociedad Hahnemanniana Matritense desde 1860 hasta el incidente de 1867.

No solo tenía éxito con los vivos sino también con los muertos: dedicó parte de su carrera al embalsamamiento de cadáveres. Y se le daba bien, como todo lo que hacía; intervino a celebridades como Martínez de la Rosa y el infante Enrique de Borbón (muerto en duelo con el duque de Montpensier).

También fue arrendador del número 7 de Infantas, donde tenía otro edificio: en el bajo del inmueble una tienda homeopática y en la zona de arriba habitaciones de alquiler. Fue allí donde un truculento suceso paralizó a la sociedad cuando la encargada, Tomasa Berzuz, fue asesinada a manos de su cuñado. 

Incidente con la Sociedad Hahnemanniana Matritense o la pelea más absurda provocada por una mala traducción periodística de un brindis o el primer gran escándalo homeopático español

En 1867 se celebró el Congreso Homeopático Internacional de París, al que Cesáreo no pudo ir. Como no hay mejor gesto para ser recordado que aflojar la cartera, aportó dinero para la creación de un hospital homeopático. El problema empezó cuando la revista El Criterio Médico, en el número del 25/09/1867, insertó la traducción de los brindis de la comida. Y es aquí cuando todo se tuerce; agárrate que vienen curvas. El brindis, en francés, agradecía a Cesáreo por el dinero para el hospital. Pero en un giro inesperado de los acontecimientos (o no, si tenemos en mente que estamos hablando de homeopatía), la revista falsea las palabras del brindis. «Debemos a Somolinos los donativos para los gastos del Congreso». Cesáreo se enfadó con la traducción porque, claro, mola más pagar por un hospital que por un congreso. Para intentar desenredar una de esas clásicas tramas decimonónicas que no debían entender ni ellos, Cesáreo se hizo pasar por otra persona y escribió un artículo en La Correspondencia de España hablando bien de sí mismo y mal de la revista El Criterio Médico, la traducción, los franceses, los españoles y quien quiera que hubiera pasado por su camino ese día. 

El Criterio Médico, que, como buen embustero no se arredra sino que se crece cuando se le enseña el error, en 25/11/1867 volvió a publicar la traducción falseada. Cesáreo, que ya debía tener los homeopáticos inflados de tanta tontería, pidió al Congreso de París la copia literal de los brindis. Ya te podrás imaginar: la publicó para «probar las inexactitudes, falsedades y calumniosas suposiciones que se estampan en un suelto chabacano-burlesco de El Criterio médico, periódico oficial de la Sociedad hahnemanniana matritense del 25 de noviembre del corriente año». En diciembre de 1867 Cesáreo abandonó la Sociedad Hahnemanniana y comenzó una querella con la revista El Criterio Médico. En marzo del año siguiente el periódico se retractó de sus palabras.

Cesáreo, como siempre, volvía a ganar.

Después de la homeopatía, la política

Entre potingues y pastillas de azúcar nuestro Dulcamara patrio encontró tiempo para ser ferviente republicano. Prestó la trastienda de su botica (a la sazón decorada al estilo árabe) para reuniones clandestinas y, durante un breve espacio de tiempo, el local se convirtió en la sede de la Junta Revolucionaria del distrito de Buenavista. Perteneció al Comité Republicano de Madrid (presidido por José María Orense), fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro de la Diputación Provincial y participó de la conspiración del 66 a favor de Prim.3 A pesar de vivir y trabajar en Madrid, fue diputado cunero por Soria y Badajoz.4 En un manifiesto dirigido a sus electores sorianos, firmado junto al otro candidato, desgranaba alguna de sus ideas: «Queremos el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, sin privilegios ni camarillas; y respecto al individuo, que nadie tenga derecho a coartar su voluntad, siempre que esta no dañe a otro. Los derechos del individuo son ilegislables»

Y como nada persigue tanto a los homeópatas como las polémicas, el periódico La Correspondencia publicó que la noche anterior a una votación en Zafra Cesáreo y su comité recorrieron el pueblo con hachas encendidas (sic), gritando y buscando pelea. Claramente una mentira. Una cosa es ser homeópata, republicano y embalsamador pero otra muy distinta es querer levantar en armas a todo un pueblo. Ni cortos ni perezosos los miembros del comité republicano publicaron un  desquite: «Después de tanta inesactitud, tanta mentira, tanta intriga y tanta maldad, puesto que todos los habitantes de Zafra sabéis que nada de lo que el suelto indica a sucedido, interín entienden los Tribunales de este asunto para imponer la pena que merece el calumniador, solo resta esclamar con aquel tribuno; separar la vista con horror y el estómago con asco, y decir también todos con nosotros, que no tendrá mucho pelo el autor de líneas tan calumniosas y tan sangrientas».

La Correspondencia se vio obligada a rectificar la información. Cesáreo otra vez arropado por su buena estrella.

Formó parte de las Cortes que proclamaron la I República y llegó a ser Consejero de Sanidad. Momento estelar fue el de 1873 cuando, junto a otros diputados, presentó una proposición de ley en la que pedía «la abolición de todos los títulos universitarios y la promulgación de una libertad de Enseñanza total que permitiera que se pudiera ejercer sin título cualquier profesión, aduciendo que Hipócrates, Platón y Aristóteles no habían tenido título alguno»

El homeópata que tardó casi dos décadas en sacarse la titulación de farmacéutico ahora pedía que se pudiera ejercer sin título. 

Agresión de La Porra

Nuestro amigo volvió a mostrar su preocupante disposición al desastrismo el 6 de diciembre de 1870 cuando 12 o 14 individuos de La Porra (un grupo armado que atacaba a izquierdistas) lo intentaron acuchillar, disparar y agredir con porras y navajas.5 En esa aventura nocturna lo acompañaban Alfredo García Moratilla y Manuel Ulibarri. De forma que ni siquiera las víctimas pudieron explicar, solo hubo una baja; la capa del farmacéutico.6 Otra vez la suerte Cesárea.

Cesáreo Martín Somolinos, castigado en vida con la inclinación a las situaciones absurdas pero bendecido con la buena suerte, murió a los 50 años, privándonos de muchas más anécdotas deliciosas, el 13 de enero de 1878. 

Cesáreo Martín Somolinos está enterrado junto a su mujer en el cementerio Sacramental de San Lorenzo en Madrid. 

1 José María Lama Hernández – Cuadernos de Zafra, estudios sobre la historia de Zafra.

2 María Teresa Ruiz Jimenez – Exposición Farmacéutica Nacional de 1882 organizada por el Colegio de Farmacéuticos de Madrid y la fabricación industrial del médico. 

3 Ángel del Valle Nieto – Las tertulias de rebotica, foro y faro de cultura

4 La España Federal 10/04/1873

5 El Combate 07/12/187

6Dr. Julio González Iglesias – La apasionante peripecia vital de Don Salustiano Orive

Noelia B.