Esquelas y recordatorios

Durante los siglos XVII y XVIII se invitaba a asistir a los funerales y entierros entregando unas pequeñas tablas, esculpidas en madera o bronce, donde se indicaban los datos del sepelio. Estos, además, servían como invitación al funeral en caso de que este fuera masivo por la importancia del personaje fallecido. En estas tablas podíamos encontrar tanto el minimalismo más absoluto, indicando sólo la hora y el lugar del homenaje, como un gran despliegue de símbolos relacionados con la muerte que nos recordaran el motivo de su existencia: guadañas, relojes de arena y esqueletos eran los principales temas decorativos. 

Este tipo de invitaciones pasaron de moda hacia 1840, cuando el bronce y la madera fue sustituida por papel, más económico y maleable. En esta época la visión de la muerte ya ha cambiado, en el siglo XIX se estila el “yo estuve allí” para recordar a los que ya no están, por lo que cambiamos esta tradición: ahora, el sepelio se anuncia en los periódicos: son los encargados de informar del lugar del homenaje al difunto (habitualmente una iglesia), y en la misma indicar el cementerio en el que se va a realizar la inhumación. Es el nacimiento de lo que conocemos como esquelas, mientras que a los allegados, después del entierro, se les envía una tarjeta con el nombre del difunto y el lugar donde se encuentra el enterramiento; esto es lo que conocemos como recordatorios en la actualidad. 

Los amores de Larra

Tanto las esquelas como los recordatorios volvieron a convertirse en las obras de arte que ya habían sido cuando se tallaban en madera o bronce: el papel es de una calidad especial haciendo posible que se grabe en él en vez de dibujar; las letras y los adornos son de estilo gótico dándoles la elegancia y sobriedad que este tipo de publicación merece. Además, los símbolos funerarios o de duelo cambian de estilo: ya no se ensalza el recuerdo de la muerte a través de esqueletos y guadañas, sino que colocamos elegantes sarcófagos de estilo egipcio, sauces llorones, ángeles, antorchas invertidas, columnas rotas, etc. La cruz cristiana empieza a aparecer en estos recordatorios pero siempre a pequeña escala, rodeada de otros símbolos “paganos” también relacionados con la muerte. 

Los amores de Larra

El color de estos recordatorios en papel suele ser blanco en la zona en la que va a ir el texto y negro en los bordes, decorados, y en color gris piedra, recordando en ambos casos el tipo de enterramiento más común en aquella época hasta la aparición de los mausoleos y panteones, los nichos. 

Estos recordatorios se van convirtiendo cada vez en modelos más sofisticados y elegantes para diferenciar también clases: la burguesía comienza a utilizar el papel negro con las letras en dorado o plata para destacar por encima de las demás, e incluso algunas se entregaban en sofisticadas carpetillas hechas de metal que asemejaban las puertas de un cementerio: al abrirlas, podíamos encontrar el recordatorio al difunto. 

Los amores de Larra

En España las primeras esquelas que aparecen en los periódicos, como tal, con ese nombre, se refieren a pequeños anuncios de compraventa de objetos, pérdida de animales, ofertas de amas de cría, etc. 

La primera esquela dedicada a un difunto, con un símbolo funerario, la encontramos en 1844, junto a una calavera. 

Estas esquelas de los periódicos pronto se convierten también en un escaparate del arte del grabado, convirtiéndose cada vez en anuncios tan sofisticados que compiten con los recordatorios que se entregaban en mano. De hecho, llega un momento en el que dejan de entregarse lo que se consideran las esquelas (lo que para nosotros son los recordatorios), como bien indican las propias publicaciones. 

Además se aprovechan estos anuncios, porque aún son considerados como tal, para dar las instrucciones precisas de cómo sucederá el entierro: si es de carácter íntimo y familiar se indica que “el duelo se despide en la iglesia” y en muchos de ellos “se suplica coche”

Y es que en el siglo XIX aún no existían los seguros de decesos en España, y los entierros se pagaban a tocateja. El desplazamiento desde la iglesia donde se realizaba el funeral hasta el cementerio se hacía en el coche fúnebre, tirado por caballos, con más o menos parafernalia según el dinero que quisiese cada uno gastarse. 

Las tarifas en Barcelona eran las siguientes; se disponían de dos carrozas diferentes, la primera para el pueblo en general y una segunda para los entierros más sofisticados: 

Adulto en coche tirado por dos caballos con sus mantillas negras, cochero y dos sirvientes vestidos de luto: 12 reales. 

Por cada párvulo: 6 reales.

En esta primera carroza además se podían transportar hasta 4 adultos, compartiendo el gasto entre diferentes familias. 

La siguiente carroza, de lujo, dividía así su tarifa: 

Coche tirado por 8 caballos, con su correspondiente cochero y 8 criados, bien sea adulto o párvulo: 500 reales. 

Coche tirado por 6 caballos, con su correspondiente cochero y 6 criados, bien sea adulto o párvulo: 300 reales. 

Coche tirado por 4 caballos, con su correspondiente cochero y 4 criados, bien sea adulto o párvulo: 160 reales. 

La cubierta del féretro, adornos del coche y las mantillas de los caballos eran de terciopelo negro con galón de oro. 

También tenía la opción “quiero y no puedo” en la que esta carroza se podía utilizar con 2 caballos y 2 criados por 50 reales. Eso sí, en este caso los adornos eran en paño negro con galón de oro. 

Este edicto, creado por el Ayuntamiento de Barcelona en 1836, provocó un cachondeo en toda España excepcional. Estábamos acostumbrados a las diligencias como método de transporte, por lo que se tomó que estos carruajes, cuyo destino siempre era el cementerio, como la “diligencia de los muertos” y surgieron muchos chascarrillos acerca de su funcionamiento y utilidad. Hoy en día lo consideramos un artículo de lujo de cara a los entierros. 

Saber Más: MUSEO DE CARROZAS FÚNEBRES DE BARCELONA

Pero volvamos a las esquelas. 

Durante este tiempo, podemos ir encontrando diferentes tipos de esquelas en los periódicos: de las más sencillas ocupando un espacio mínimo dentro de la hoja del diario, o auténticas obras de arte del grabado y el dibujo que quitaban sitio a las noticias por plasmar su grandiosidad en el papel. 

Poco a poco se fue perdiendo la moda de realizar estas fantásticas esquelas para los periódicos y volvimos a la sobriedad, a realizar un anuncio. El periódico por excelencia en España de publicación de esquelas siempre ha sido el ABC, que mantiene la tradición hasta nuestros días, esquelas virtuales incluidas. 

Lo mismo pasó con los recordatorios, durante la segunda mitad del siglo XX alcanzaron su mayor apogeo (y que nuestras abuelas coleccionaban como cromos) hasta casi desaparecer de nuevo esta práctica a comienzos del nuevo milenio. 

Paloma Contreras