Simbología funeraria: Dolientes
Entre la iconografía funeraria, las dolientes son una de las imágenes de mayor éxito en el cementerio contemporáneo, después, por supuesto, de las representaciones religiosas, en concreto de las cruces y de los ángeles. Tal es el éxito de estas imágenes que en todas ellas existen ciertos elementos en común, sea cual sea su lugar geográfico de representación, pero al mismo tiempo que existen estas semejanzas, cada imagen es diferente a la otra, su actitud es común, su gesto es común, pero el tratamiento del material y la disposición es lo que diferencia a cada una de ellas.
Las imágenes de dolientes constituyen la materialización de los nuevos sentimientos del hombre ante la muerte nacidos durante el siglo XIX, aunque en realidad no se trata más que de la recuperación de ciertas actitudes ya representadas en el arte de la Antigüedad. Nos referimos a la representación de famosas heroínas épicas y trágicas, y también algunas diosas: Penélope, Fedra (las esposas enamoradas), Electra, Casandra (las hijas y hermanas afectuosas), Andrómaca, Hécuba, Níobe (las madres humanas amorosas), Deméter, Tetis, Eos (las madres divinas amorosas). En ellas se inspiran los artistas para a partir de ese momento representar a los familiares, amigos e incluso héroes con estas actitudes de abatimiento en las estelas funerarias y en los sarcófagos. A estos personajes se suma la plañidera, muy habitual en las pompas fúnebres durante la Edad Media y Moderna.
La aparición de la mujer en el arte funerario no es más que la extensión de un modelo iconográfico que tuvo un fuerte protagonismo en la pintura y la escultura de final del siglo XIX, si a este hecho sumamos las posibilidades alegóricas y simbólicas de su representación en el marco funerario, el éxito estaba asegurado. Por eso, el modernismo funerario se la apropió y la hizo suya, convirtiéndola en el alma de la sepultura.
Las figuras presentan varias formas de mostrar su dolor, desde las que están sumidas en el silencio con el cuerpo prostrado ante el sepulcro o simplemente apoyados en él, otros secan sus lágrimas de forma serena, mientras que los hay que se desgarran de dolor. Unos, se llevan las manos a la cara y los ojos cerrados, otros claman al cielo. Una gestualidad en piedra que sirve para expresar el dolor para toda la eternidad.