Simbología funeraria: La Mariposa

 «cartas de amor rotas que, por los cielos, aletean y flotan y se tornan en mariposas» 

La génesis de las mariposas 

Víctor Hugo.

Todos hemos oído hablar en alguna ocasión del Efecto Mariposa, esa leyenda que explica cómo un pequeño cambio puede tener una consecuencia inesperada. Y es que la clave de la simbología funeraria de la mariposa está en la capacidad de cambio de la misma. Sabemos que primero es oruga, después es capullo y finalmente un insecto volador.

Desde que el hombre empieza a fijarse en lo que le rodea empiezan las historias mitológicas alrededor de la mariposa. Pero como objeto interesante para el artista, aparece, la que se considera su primera representación, un  dibujo  de una mariposa corresponde al arte minoico, arte desarrollado en Creta entre el 3000 y 2000 antes de Cristo.

Ya desde la antigüedad se pensaba que la transformación de las mariposas se asemejaba al viaje del alma cuando abandona el cuerpo para renacer como símbolo de inmortalidad. Esta es la clave para su utilización en el arte funerario. 

Simbología funeraria la mariposa

Fue Aristóteles quien le dio a la mariposa el nombre de psique, la palabra griega para alma. La diosa resucitada Psique fue representada a menudo como una mujer joven con las alas de la mariposa.

La Edad Media “cristianizó” el contenido simbólico de muchos animales y plantas porque el hombre medieval miró a la naturaleza para encontrar alguna representación del Creador. Es natural, por la transformación que realiza, que muchos santos y maestros encontraron en la mariposa uno de los mejores símbolos de la Resurrección y de la vida eterna.

Sin embargo, la relación simbólica del Alma y la Mariposa no cesó con el primer arte cristiano. La encontramos durante la Edad Media en el arte decorativo, por ejemplo, en San Marcos de Venecia, donde el alma de Adán, puesta sobre el aliento creador de la Trinidad santa, es representada por un cuerpo de muchacha con alas de mariposa. También dentro del cristianismo representan la resurrección y la inmortalidad, además de la brevedad de la vida y lo efímero de la belleza terrenal.

Asimismo, en la  literatura, es Dante quien, recorriendo los círculos dolientes del Purgatorio, oye que las almas le dicen que cada una de ellas es un gusanillo nacido para formar la angélica mariposa.

Algunas imágenes del Renacimiento del niño Cristo muestran una mariposa que se alza en su mano. Si la mariposa representa la resurrección de Jesucristo es normal que las gentes cristianas quieran representarla en sus tumbas.

 Y una cultura tan alejada de la griega como es la maya pensaba que las mariposas eran las almas de los guerreros muertos en las batallas o en los sacrificios, estas almas acompañaban durante cuatro años al sol, tras lo que se convertían en mariposas. 

Aunque no todo es idílico en la mariposa, al menos en una de sus variedades nocturnas, la «Cabeza de muerto», la mariposa fue condenada por el pueblo cristiano a representar a Satán. Los naturalistas llamaron a una especie de mariposa nocturna Sphinx Átropos, nombre que fue de una de las tres Parcas antiguas, aquella que con sus inexorables tijeras cortaba el hilo de la vida. Una vez más se relacionan las mariposas y la muerte, lo que explica que aparezcan de forma habitual en los cementerios. Es curioso el hecho de que sea un motivo elegido para las sepulturas de los niños y, ya en la actualidad, para sustituir la cruz en las lápidas de las personas no cristianas.

Helena Román